Un mensaje especial de nuestro fundador

D. Gary Young

El 30 de noviembre del 2015, me senté en una reunión con el Dr. Ito Michiko de Tokio y el Sr. Binod Tamang de Katmandú (Nepal) para hablar de las necesidades de su país tras el terrible terremoto que causó tanta destrucción. Me mostró fotos y artículos de prensa de la devastación, que produjeron un profundo dolor en mi corazón.
Ocho meses después del terremoto, 1.2 millones de personas continúan sin hogar, viven en tiendas de campaña, con cobertizos improvisados en cualquier parte en donde puedan juntar a sus familias para protegerlas. Cientos de personas en diferentes aldeas no sólo mueren por estar expuestas a la intemperie sino también, por el hambre.
Muchas aldeas todavía no han recibido ninguna ayuda, porque las vías de acceso y los campos donde cultivaban sus cosechas desaparecieron tras cuatro grandes terremotos y más de 114 temblores, que han sido seguidos de cuatro meses de fuertes temporadas de lluvia en esta zona montañosa. La inestabilidad de los terrenos ha provocado deslizamientos de tierra que han arrastrado hogares que aguantaron el terremoto inicial y se han llevado consigo sistemas de agua, carreteras, viviendas, escuelas y hospitales.
Como si todo esto no fuera suficiente, la región atravesó por un cambio de gobierno: pasó de ser un reino monárquico a una república con un gobierno constitucional. Por tal motivo, los ciudadanos de la India empezaron a bloquear las carreteras en los pasos fronterizos, restringiendo los alimentos, combustibles y otros suministros necesarios en la entrada de Nepal. Además, paralizaron toda la nación y pusieron en peligro la vida de las personas.
Aun cuando una gran cantidad de dinero había sido donada, el Sr. Binod Tamang estaba frustrado porque aún se necesitaba mucha ayuda. El progreso era aparentemente muy lento. Me preguntó si podía ir a Nepal para ofrecer apoyo. Con todo lo que tenía que hacer, me preguntaba si podría poner una cosa más en mi plato, pero sentí una ola de compasión sobre mí y sabía que tenía que ir, tenía que ayudar.
Llegué el 5 de enero con solamente una idea de lo que podría encontrar, pero ver la devastación y enfrentarme a la realidad fue algo muy abrumador. Me pareció que las condiciones eran mucho peores de lo que se había informado y fácilmente podía ver cómo las personas que querían ayudar tenían muy poca experiencia y no sabían por dónde empezar con este proyecto tan inmenso. Un remolino de ideas giraba rápidamente en mi cabeza, pero me sentí con gran energía al reconocer que sería capaz de ayudar.
Fuimos primeramente a Yarsa en el distrito 6 -el epicentro del terremoto, a unas 7 horas en coche de Katmandú- ya que todavía se podía conducir por el camino al pueblo. Sin embargo, cuando llegamos, estaba bastante preocupado por la noticia de que aún, nueve meses después, 280 personas seguían desaparecidas y faltaban por reconstruir la mayoría de los hogares de los damnificados. Fuimos los primeros en llevar ayuda con una carga de cobijas, abrigos, suéteres, sombreros y pijamas. La entrega de los suministros a todos los habitantes del pueblo fue una experiencia muy emocional y desgarradora. La semana antes de llegar, 24 personas habían muerto por estar expuestos a la intemperie y dos niños murieron mientras yo estaba allí, repartiendo las cobijas.
Visité otras tres villas en el epicentro para encontrar la misma historia - nadie había respondido a su necesidad de ayuda. Me dijeron que millones de dólares se habían donado, pero que todavía permanecían en los bancos por un sinnúmero de razones: políticas, ineficiencia y falta de dirección. Todas las respuestas eran inaceptables para mí.
Fue fácil saber qué hacer, así que empecé mi cruzada. Me pude reunir con el vicepresidente de Nepal y le pregunté qué teníamos que hacer para poder comenzar la construcción de viviendas. Su respuesta fue casi cómica, con la excepción de que la situación era demasiado grave como para reírse. Con una mirada curiosa en sus ojos, dijo, "contrate a un ingeniero local, un arquitecto y comiencen a trabajar."
Me encontré con el director de una de las organizaciones locales que estaba recogiendo donaciones y le pregunté qué más podía hacer para ayudar. Ella me dijo lo sorprendida que estaba por lo que habíamos logrado en tan sólo unos pocos días. Por alguna razón pensó, que como yo había podido hacer las cosas tan rápido, podía llegar a dirigir las actividades de socorro. No tenía sentido para mí. Desde ese día empecé a tener una visión diferente respecto de estas grandes organizaciones, las enormes cantidades de dinero que recogen y los gastos que incurren.
Estaba completamente convencido de la dirección que debería de tomar. Nos encargaríamos de lo que íbamos a hacer y controlaríamos el uso de las donaciones. La Fundación Young Living estaba creciendo de una manera espectacular debido a que los salarios y los gastos de la administración de la fundación son pagados por Young Living, de modo que todo el dinero donado puede ser destinado a los distintos proyectos a los cuales fue asignado. He estado muy impresionado con Nikki Davis, nuestra directora de la Fundación y su personal, ya que han viajado por el mundo entero buscando e investigando proyectos valiosos para invertir el dinero recaudado.
Ahora era el momento para que nuestra Fundación pudiera participar. Nikki y Brittany me siguieron a Nepal y tuvieron la misma experiencia que yo había tenido. Estaban abrumadas por todo el trabajo que se requería y la inmensidad de las necesidades de la gente de este país tan pequeño, poco conocido en el mundo. Nos hubiera gustado traer la mayor cantidad de nuestros distribuidores independientes para que pudieran ayudar a construir casas y escuelas, aquellos que tuvieran las habilidades y el deseo de ser parte de este evento histórico de Young Living.
Recordé que, en nuestra finca en Ecuador, teníamos una máquina de fabricación de ladrillos que había importado de Sudáfrica. Esta máquina era muy fácil de operar, a prueba de sismos y muy eficiente. Fue una decisión sencilla: la tarea era conseguir una de estas máquinas para llevarla a Nepal. Di la orden y la Fundación Young Living compró en Johannesburgo (Sudáfrica) una máquina de ladrillos, que llegaría a Katmandú en cualquier momento.
Nosotros instalaríamos la fábrica y enseñaríamos a las personas a fabricar bloques entrelazados hechos de tierra y cemento. Enseñaríamos a la gente cómo construir sus casas. Una vez que tuvieran sus hogares, escuelas y otros edificios, serían capaces de vender los bloques para ayudar a crear un ingreso adicional para los habitantes del pueblo. Sin embargo, para empezar, necesitaríamos ayuda financiera, ya que este proyecto no estaba dentro del presupuesto.
Envié a tres personas a Johannesburgo para el entrenamiento inicial: el ingeniero, el arquitecto y el director del proyecto. Una vez que la fábrica estuviera en funcionamiento y los bloques estuvieran apilados, iríamos allá y ayudaríamos a reconstruir pueblo por pueblo.
Pare esta misión, empecé a convocar voluntarios que tuvieran alguna experiencia en construcción. También comencé a reclutar buenos trabajadores para la fábrica, que pudieran mover los bloques y que tuvieran diversas habilidades. Además, empecé a invitar a médicos, enfermeras, dentistas, terapeutas, trabajadores sociales, cocineros, maestros y consejeros de niños para los cientos de huérfanos del terremoto.
Esta era mi idea e invité a cualquier persona que quisiera apoyarme. A partir de ese jueves, 18 de febrero a las 12 del mediodía, que era un día de fiesta nacional en Nepal, estuve pidiendo a nuestros 2 millones de distribuidores independientes que se unieran a mí y a mi familia, Mary, Jacob y Josef, en un ayuno de 24 horas. Les recordé que las oraciones son poderosas y que ese pequeño país necesitaba de mucha ayuda.
El ayuno es una de las leyes más antiguas de Dios en todas las religiones para lograr maravillosos beneficios espirituales, emocionales y personales. Era una oportunidad de ser parte de la historia de Young Living.
El ayuno comenzó a las 12 del mediodía, de tal manera que pude desayunar el jueves por la mañana y luego comenzar mi ayuno. Era muy importante beber un poco cada hora, especialmente agua.
Tomé jugo cuando comenzaba a sentir hambre. Al completar mi ayuno el viernes por la tarde, terminé con una sopa liviana de verduras. Esperé durante 1 hora para asegurarme que mi sistema digestivo estuviera confortable, para poder tener una comida ligera. Hasta el sábado volví a comer carne.
Con el ayuno descubrí cosas que jamás imaginé, como una potente claridad y un aumento en mi conciencia espiritual.
Invité a quienes siguieron mi ayuno a donar lo que se ahorraron en comida al proyecto Hogar de Niños de Nepal de la Fundación Young Living. Esto nos permitiría financiar la construcción de cientos de viviendas, escuelas y clínicas.
Durante mi estadía, enviamos notificaciones a nuestros miembros acerca de cuándo estaríamos en Nepal, así como información acerca de las mejores líneas aéreas, los horarios de viaje, estadía, alimentación y las cosas necesarias para entrar al país.
Esta fue una gran oportunidad de hacer una tremenda diferencia para millones de personas y nos permitió unirnos a una causa mucho más grande que nosotros mismos.
También pude descubrir uno de los sitios más espectaculares del mundo, el monte Everest y las majestuosas montañas del Himalaya. Además, explorar plantas aromáticas como sándalo, rosa, lavanda, melisa, entre muchas otras.
Esto es lo que Young Living significa - cambiar el mundo con una persona a la vez. Esta experiencia nos permitió cambiar una nación entera y al mismo tiempo, comprender que todos podemos ser parte de ese cambio.
Gracias!
D. Gary Young
12 de Febrero de 2016